Los pájaros (1963) es una película dirigida por Alfred Hitchcock. En ella, lo irracional y los códigos más icónicos del género de terror trabajan en conjunto al servicio de una obra maestra que evoca el miedo en su estado más puro, apuntando directamente al lado más vulnerable del ser humano.
Es muy probablemente la secuencia de títulos iniciales más inquietante de alguna película de Hitchcock: las imágenes trepidantes de cuervos volando vehementemente, con el ruido ametrallador de los aleteos y chirridos abrasivos. Ni siquiera hace falta un diseño refinado o vistoso, es más que suficiente para provocar el horror que conllevará la película.
El sonido y el silencio serán las armas principales de asedio y ambas trabajarán en conjunto de manera magistral. El silencio precederá al sonido en los momentos de mayor tensión, no sin antes haber creado un clima de ansiedad y expectación ante la inminente aparición de los pájaros, como lo es la magnífica secuencia donde Melanie Daniels espera afuera del colegio. O en ocasiones, uno se antepone a otro. En el caso del sonido, en los primeros ataques que avistan el porvenir violento de los pájaros. Ni siquiera son necesarios los gritos de las personas, porque lo que se busca es crear confusión y caos, en conjunto a los bruscos movimientos de cámara. En el caso del silencio, cuando Lydia Brenner visita una granja aledaña, donde encuentra muerto a su dueño, con los ojos arrancados, en tres planos que se cortan y se van acercando a su rostro inerte y ensangrentado. Y también en la recta final, donde la imagen apocalíptica de cientos de pájaros rodeando la casa es más que suficiente para denotar su superioridad y exigir de inmediato la rendición humana.
A medida que avanza, salen a flote los códigos y herramientas más icónicas del terror que apunta a evocar un miedo puro: el pánico en conjunto en la escena del restaurante; las sombras del segundo piso de la casa, lo desconocido cuando Melanie Daniels entra al cuarto y el imaginario pesadillesco de los personaje encerrados para evitar la entrada de algún pájaro asesino.
Pero mucho más allá de la forma y el lenguaje audiovisual usado, resulta sumamente admirable la manera de cómo lo irracional e inverosímil de un ataque de pájaros pueda convertirse en una película infernal y despiadada, sin caer en el ridículo extremo del humor por lo exagerado. Ni siquiera exige la necesidad de encontrar un motivo para el ataque, aunque de la impresión que se erige como castigo ante la lucha de poder, celos y engaños a la que se someten los personajes. ¿O es acaso la subversión de la rubia Hitchcockniana, a manos de un hombre que se hace el difícil y se resiste a sus encantos fáciles, la que provoca un desbalance en su universo, logrando que la naturaleza imponga justicia y orden?. Sea cual sea el motivo (si es que este existe, claro), creo que al final se antepone lo logrado por el miedo y el pánico en su estado más puro.
By: Klamm
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