Stalker, la obra maestra de Andrei Tarkovsky, es un viaje hacia los rincones más profundos del ser humano

Si en Solaris, la humanidad tuvo que ir al planeta ficticio para hacer contacto y recibir, en su lugar, un trastrocamiento de la mente humana al ser asediados con alucinaciones que apuntan directamente al lado más emocional del ser humano, en Stalker los alienígenas llegaron en forma de la Zona. Y al igual que en dicha película, el tratamiento de la ciencia ficción en esta ocasión también difiere enormemente de las películas más trilladas del género, ya que en lugar de desplegar una gran destreza técnica superflua que en última instancia es puro espectáculo, Tarkovksy decide mirar hacia adentro y dilatar el tiempo hasta lograr una éxtasis con largos planos secuencia y “drones” zumbando a lo largo de toda la película.



Mucho más que el maravilloso trabajo de fotografía, el ruido y los sintetizadores serán los que darán vida a la Zona. Dichos sonidos de corte industrial, bordeando incluso el lado más atmosférico del rock espacial, configurarán la apariencia misteriosa del lugar. Cada paso de alguno de los personajes es un ruido metálico, lleno de eco y reverberación. El viento sopla cual sitar y el flujo de agua se es, en ocasiones, más sonoro que las voces humanas. El efecto sensorial que logra es maravilloso, logrando admirables texturas de sonido y una incómoda sugerencia olorosa (personalmente, sentí de manera un explícita la secuencia donde los personajes están a punto de entrar al cuarto que sería el destino final). La Zona distorsiona el espacio y tiempo, con sus laberínticas instalaciones abrasivas fusionadas en perfecta armonía con la naturaleza y sus cascadas, pequeños lagos y verdes parajes, logrando que cada paso de los personajes sea un salto de fe hacia lo desconocido, incluso para el stalker. Sumado a ello, afectará de manera emocional al escritor y al profesor, cuando estos, tras largos momentos de debate e introspección, encuentran más similitudes entre ellos de lo que imaginaban, en cuanto a sus disciplinas y sus obsesiones egoístas.



Sin embargo, en la recta final el stalker protagonista se encuentra decepcionado al encontrar que la imperfección humana no permitió un milagroso cambio en los otros personajes, quienes encontraron su deseo más profundo hecho realidad en el beneficio personal que les ofrece la zona, incluso el profesor llega a ganar un premio nobel, como indica el texto introductorio sobre la Zona. Sumido en una crisis de fe, el stalker vuelve destruido hacia su familia. Sin embargo, como ocurrió en Andrei Rublev, el milagro ocurre en la escena final, con su hija realizando un efecto telepático, moviendo unos vasos que se encuentran en la mesa. Cerca al inicio, el escritor reniega sobre el hecho de vivir en un mundo regido exclusivamente por leyes físicas y la lógica que lo envuelve, exigiendo algo de fantasía o imaginación. Tras el viaje, sólo encuentra inspiración egocéntrica, el stalker, por otro lado, se trajo a la Zona consigo mismo, y esta vive a través de su hija.

By: Jorge.

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